Cualquier conferencia a la que uno asiste hoy en día, va acompañada de algún tipo de presentación, cuya calidad puede impresionarnos por la variedad imágenes y recursos utilizados en su diseño o ser apenas un compendio de notas del conferencista.
Pero también es posible toparse con un mal expositor, que haya transcrito su discurso en una infinidad de diapositivas, con minúscula letra, que lee de manera simultánea con el auditorio, en un ejercicio desgastante para las partes.
Elaborar una buena presentación es una labor que demanda creatividad, conocimientos de comunicación, de la herramienta que se utiliza y de sus recursos, así como algunas habilidades de diseño y tiempo, mucho tiempo.
Publicado en La República.
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